¿Aldea global o moderno feudalismo?

Feudalismo hoy

Análisis social y económico.

La globalización y sus efectos, desde un ángulo opuesto a los habituales análisis e informes de las revistas financieras.

Por Ana-Mayte Mendía de Coria (desde Toronto, Canadá)

Una de las definiciones mas manoseadas de los últimos tiempos es sin duda "aldea global" (global village). Efectivamente, en ciertos aspectos y para ciertos sectores, el mundo ha pasado a ser una aldea global. Las fronteras parecen haber desaparecido cuando de mover capitales o industrias de una parte a otra del planeta se trata. Pero el ciudadano de a pie no tiene la misma libertad de movimiento y, por tanto, es incorrecto generalizar.

Por lo que al ciudadano común se refiere, el mundo mas bien parece llevar camino de convertirse en un feudo global donde conviven una increíble opulencia y condiciones paupérrimas más propias de la época de Dickens. La moderna espada de Damocles que pende hoy sobre las cabezas de millones de habitantes del planeta es precisamente esa facilidad del capital y de la industria para instalarse en otras naciones donde pueden escapar a las más mínimas reglas de control que en los llamados países desarrollados existen para mantener al menos un mínimo de equilibrio que garantice la pacífica convivencia de sus ciudadanos.

La amenaza de cierre y desmantelamiento de la empresa se practica impunemente cada vez que los trabajadores --a la vista de récords de beneficio de las empresas para las que trabajan-- "osan" pedir que la torta se reparta más equitativamente y que ese aumento de beneficios se refleje en sus percepciones salariales. La medida del temor colectivo nos la da el hecho de que los Sindicatos en la actualidad dejan a un lado la lucha por las reivindicaciones salariales para tratar de conseguir la firma de acuerdos con la Patronal que garantice la "seguridad de empleo". Los sueldos llevan años congelados o han aumentado en porcentajes inferiores al aumento del costo de vida y, consecuentemente, se puede palpar la reducción del poder adquisitivo. Estamos retrocediendo en el terreno económico cuando, dado el potencial, deberíamos estar avanzando.

No estamos hablando de una economía mundial en crisis sino más bien de una crisis mundial de valores y prioridades. El problema tiene nombre y apellido: se llama Avaricia Desmedida. El reparto se hace cada vez de manera menos equitativa y más excluyente.

¿Como podemos justificar moralmente que el valor de las acciones de una empresa se dispare en los mercados bursátiles al menor rumor de "reestructuración" (eufemismo muy en uso hoy para hablar de despidos en masa) y que los sueldos y paquetes de compensación (acciones, etc.) que perciben los más altos ejecutivos de esas empresas estén altamente relacionados con esos despidos. O sea, a mayor reducción de empleo, mayor el prestigio del ejecutivo y mas dígitos en su cheque. Algo anda radicalmente mal.

¿Qué pasa con tantas y tantas empresas que dependen de grandes subvenciones gubernamentales para mantenerse a flote? ¿Qué diremos de aquellas que deben cifras millonarias en impuestos? ¿Y de aquellas que han "diferido" el pago de las aportaciones a los fondos de jubilación? ¿Acaso el " parasitismo" no existe a nivel empresarial?

Mientras sucede todo esto, los diez más altos ejecutivos en Canadá se llevaron a su casa un promedio de más de 10 millones de dólares cada uno --lo que supone un aumento de sus compensaciones de un 56%. Concretamente Robert Gratton (de Power Financial Corporation) recibió la más alta compensación: 27,4 millones entre sueldo, bonificaciones, acciones, etc. Ganar esa cifra le tomaría 47 años a un trabajador medio, calculando sobre el sueldo promedio anual de un trabajador a jornada completa. O sea, estamos sobrevalorando a unos pocos y devaluando al resto.

Otro cambio notable ha sido la necesidad del doble sueldo para hacer frente a las necesidades familiares. Hace una generación, una tercera parte de las madres con niños menores salía a trabajar. Hoy en día dos tercios de las madres tienen que salir a trabajar para mantener el mismo nivel de vida. Nos estamos aproximando a un punto de saturación de difícil solución: ni siquiera con dos sueldos podemos mantener ese nivel.

Corporaciones y grupos financieros cada vez más ricos y con menos empleados...

Las llamadas "fuerzas del mercado" estaban supuestas a crear riqueza en las altas esferas que, como el agua al rebasar el vaso, terminaría fluyendo hacia los demás sectores de la población al ser reinvertida. No ha sido así. Existe en el vaso un efecto "esponja" que parece impedir que se rebase. O quizás sea el efecto "dique invisible". Obviamente, no todas las inversiones generan puestos de trabajo. Por el contrario algunas inversiones van destinadas a una automatización que destruye puestos de trabajo. Otras inversiones significan que los puestos de trabajo se van de un país a otro. O sea, lo que está sucediendo es que las herramientas que podrían servir para mejorar el nivel de vida de todos las maneja una minoría elitista que las utiliza de manera que sirvan de látigo con el que "mantener al margen" a las masas.

En los últimos 20 años el crecimiento de la economía se ha ido traduciendo más y más en una reducción de los beneficios para la familia promedio. Si bien anteriormente un mayor crecimiento económico aseguraba virtualmente una mejora de la situación financiera familiar, hoy sin embargo el crecimiento coincide con el empeoramiento de la situación para la mayoría. Para los que se hallan más abajo las fuerzas en juego en estos acontecimientos han significado la pérdida de la habilidad de ser "autosuficiente" --la receta mas frecuentemente prescrita por las elites para los pobres.

No solo la prensa vive la fiebre de las "adquisiciones" y "fusiones" monopolísticas. En todos los sectores se están creando proporciones monstruosas con la consiguiente destrucción de la alternativa y la competitividad. En el sector financiero de este país hemos vivido un año de incertidumbre porque de los cinco bancos con los que cuenta el país --que ya de por sí es demasiada concentración-- cuatro (Royal Bank /Bank of Montreal por un lado y Canadian Imperial Bank of Commerce /Toronto Dominion Bank por otro) esperaban aprobación parlamentaria para fusionarse, lo que habría dejado al ciudadano con tan solo tres bancos (siendo el tercero Scotiabank que, al haber cinco, se había quedado sin novio en el reparto).

Paul Martin, Ministro de Economía, desestimó la petición pero la opinión generalizada es de que se trata más bien de un retraso debido a que la medida habría sido tremendamente impopular y el Sr. Martin tiene aspiraciones al puesto de Primer Ministro para las próximas elecciones, pero que, celebradas estas, los bancos contarían con su aprobación. El rumor se basa en la reunión secreta que el Ministro celebró con los presidentes de los bancos días antes del anuncio de su negativa y en el hecho de que los bancos "no han hecho ruido" desde entonces.

El pedido de los bancos venía acompañado de "advertencias" de que, de no poderse fusionar para competir en los mercados internacionales, se iban a ver obligados a despedir empleados y cerrar sucursales. Todo el mundo sabe que eso es justamente lo que habría sucedido de haber conseguido los bancos fusionarse porque, se nos predicaría, tendrían que eliminar la duplicidad para abaratar los costos y, nuevamente, "poder ser competitivos".

La oposición ciudadana a las fusiones de tipo monopolístico en el sector financiero está basada en un riesgo muy real: Desde comienzos de la década de los 70 el panorama del sector bancario ha cambiado radicalmente.

James Tobin, premio Nobel de Economía, propuso en 1978 que se aplicara un impuesto a las transacciones internacionales [esto es lo que se conoce internacionalmente como "Tobin Tax" (Impuesto Tobin)] con el fin de frenar la hemorragia de capital de la economía real (comercio e inversión) hacia manipulaciones financieras de tipo especulativo que hoy constituyen el 95% del volumen de operaciones internacionales contra un humilde 10% en los años 70 y que, por razones obvias --posibilidad de mover capitales fuera del país en segundos gracias a las nuevas tecnologías y volumen-- son altamente peligrosas. La oposición al impuesto Tobin por parte del sector financiero es fácil de comprender pero el reconocido economista David Felix hace una interesante observación en el sentido de que incluso los sectores productivos que se beneficiarían de tal medida la sacrifican en aras de mantener un frente común: la movilidad instantánea de grandes sumas de capital es un arma poderosa para obligar a los gobiernos a mantener políticas económicas encaminadas a reducir --y hasta desmantelar-- el estado de bienestar social ya que eso produce una clase trabajadora que se convierte en cera moldeable a capricho del empresariado.

No cabe duda que no es el ciento por ciento del empresariado que carece de valores morales. La tragedia está en que aquellos que quisieron mantener prácticas más humanitarias y socialmente justas han sido eliminados. El nivel monopolístico es elevado y el pequeño empresario ha sido "adquirido" o eliminado al no poder competir debido a su tamaño. Es la ley de la jungla.

Estos y otros cambios en el panorama que nos es familiar es lo que parece indicar que, efectivamente, estamos viviendo una versión moderna del feudalismo.

Globalización no tiene por qué ser sinónimo de pérdida del derecho de una nación a enfatizar ciertas prioridades por encima de otras. La elección fundamental es si se permite que la sociedad sea definida por el mercado o que sea definida por los objetivos sociales marcados por el gobierno de cada nación en beneficio de la ciudadanía.

La globalización podría ser algo altamente positivo porque nos ofrece el medio a través del cual los países desarrollados y de alto nivel económico pueden ayudar a los que están en vías de desarrollo y a los llamados subdesarrollados.

Y cuando digo "ayudar" no me refiero a arrojarles unas migajas con las que contentarlos y mantenerlos sojuzgados. Eso sólo contribuiría a humillarlos. Hablo de tenderles la mano para que suban. Hablo de comerciar con ellos sin que el poderoso abuse de la vulnerabilidad del débil. Hablo de pagar un precio justo por el producto que nos ofrecen o buscamos comprar y de no exigir un pago desmesurado --ni en el aspecto monetario ni en el social-- por aquello que ellos necesitan. Hablo, en fin, de invitarlos a sentarse a la mesa en las negociaciones y conferencias de alto nivel [hoy limitadas a "Los Siete Grandes "(G7)] .

No es moral ni aceptable que solo siete países decidan el destino de la población mundial porque, como ya dijo Sir Shridath Ramphal, co-presidente de CGG (Comisión sobre Gobierno Global) en el Palacio de las Naciones de Ginebra el 26 de Abril de 1995 en la reunión de Embajadores de los Siete Grandes (G7) "el hemisferio sur puede estar empobrecido a nivel material pero de ninguna manera está empobrecido a nivel intelectual y no carece de ideas". Hasta el país más humilde en el aspecto económico tiene riqueza y lecciones que ofrecer. Con frecuencia la arrogancia produce ceguera.

Lo que el hombre crea el hombre puede cambiar. No debemos en modo alguno aceptar el culto a la impotencia. Es una cuestión de supervivencia.

Fuente Internet:

http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/economia/feudogl/